miércoles, 7 de octubre de 2009

"POEMAS BEIRUTIES DE FRANCISCO LOPEZ-MENCHERO"


Poemas beirutíes de Francisco López-Menchero



Beirut está podrida de literatura. Hace años, Federico Palomera, joven diplomático entonces secretario de la embajada de España en El Líbano, escribió un poema sobre Beirut del que recuerdo este verso: "Hay ciudades que tienen nombre de puta exótica". Ahora, Francisco López-Menchero, funcionario internacional, ha escrito un poemario con un titulo esencial Los cuadernos de Beirut y el subtítulo descriptivo O del amor y el miedo. El mito, la interminable guerra, la vulnerabilidad y sensualidad de Beirut han sido muy tratadas en las literaturas contemporáneas, árabe y francesa. Pero El Líbano que no pertenece al ámbito de influencia política ni cultural española es un pequeño país levantino al margen de nuestros intereses y de nuestras visiones literarias. Sólo empezó a despertar atención y curiosidad a raíz de los sanguinarios episodios de la guerra del Chuf en 1860 entre drusos y cristianos maronitas. Pablo Martín Asuero publicó un libro sobre textos de viajeros, especialmente diplomáticos y peregrinos que desde 1788 hasta 1910 recorrieron El Líbano. En el primer tercio del siglo XX Josep Carner, príncipe de los poetas de Catalunya, cónsul de España en Beirut entre 1935 y 1936, escribió sus espléndidos artículos en catalán, de gran valor literario, bajo el epígrafe Del Pròxim Orient sobre Beirut, El Líbano, Damasco, Palestina, Tel Aviv. Las escandalosas, indescifrables, guerras secretas de los últimos treinta años, con sus delitos de masas, sus venganzas de mafias confesionales, sus intrigas e injerencias internacionales, volvieron a alimentar las crónicas, reportajes y artículos de corresponsales de prensa que acudían a Beirut, antaño la ciudad alegre y confiada del Mediterráneo oriental, convertida en paraíso infernal, donde se cumplía al pie de la letra el puro acto surrealista de disparar sobre no importa quién. Yo escribí sobre Beirut, a veces sobre Beirut, pólvora y jazmín. El novelista y académico, antes corresponsal, Arturo Pérez-Reverte, como después mi buen colega Javier Valenzuela, han escrito emotivas páginas sobre esta capital y este país. Ave Fénix que revolotea por encima de las guerras en esta orilla del mar. Es Maruja Torres, la que con la trilogía Mujer en guerra, Hombres de niebla y Amante en guerra, la que la ha introducido plenamente en la literatura española contemporánea. Los cuadernos de Beirut son veinte poemas escritos con impresiones a flor de piel, en verso libre, en un estilo muy directo, sin retocar las palabras, sobre un desamor, un toque de queda, una evacuación. Poesía urbana, poesía erótica, poesía —de aquí su título— de un tiempo de guerra, de excitación, pero también de mediterránea indolencia. "Beirut huele a sal y primavera / a pajitos esplendentes y jazmín salvaje / Beirut huele a piel de hombre / dorada por el sol / brillante por el sur sudor de la jornada / radiante ante las promesas de la noche". En su geografía, el poeta ama sobre todo la corniche o paseo marítimo —acerca de la que el gran poeta catalán Joan Margarit compuso su hermoso poema Lluna de Beirut—, los recodos del barrio cristiano de Gemaiza, cabe al antiguo corazón descuartizado de la capital, o Hamra, al amanecer, el barrio musulmán que se prolonga hasta la orilla del mar. Y en este paisaje urbano entrañable le sorprende la guerra, una de estas intermitentes guerras de Beirut. Intercalado entre estos poemas con ecos de Cernuda, de Kavafis y de las "ciudades escritas" de Luis García Montero, funcionario también de una organización internacional, hay un texto compuesto con el lenguaje del Glosario técnico de la ONU sobre minas antipersona y otros armamentos sin explotar, desde "análisis de riesgo" hasta "superviviente", que se pueden aplicar a esta ciudad malherida. La humanización de esta capital mediterránea, árabe, occidentalizada, viciosa, es constante en muchas de las obras literarias compuestas en torno a esta población levantina. Su sensualidad y su vulnerabilidad se confunden en un mismo cuerpo, porque, en cualquier momento, Beirut es capaz de provocar placer o de arrastrar a la muerte En un abrir y cerrar de ojos, la ciudad se precipita en la guerra de los suyos y de los demás, sin defensa ni protección. El carpe diem de sus habitantes, que saben que mientras vivan han de aprovechar con fruición su felicidad, está fomentado por esta patética experiencia. Desde la cubierta del sucio barco que le evacuaba, el amante contempla la ciudad que se le escapa: "Beirut se fue de mis manos / antes, incluso, de haberla hecho mía".

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